Durante las guerras de la Independencia, los
patriotas pidieron prestado dinero en el exterior,
en especial en Inglaterra, para el mantenimiento
de los ejércitos. Nació así lo que se llamó la “deuda
de la Independencia”.
En 1832, durante una reunión en que el Ecuador
no estuvo, se distribuyó la deuda de la antigua
Colombia, y a nuestro país le tocó asumir una cantidad
enorme: más de un millón y medio de libras
esterlinas.
En los primeros años no se pudieron pagar ni
los intereses de la deuda externa, pero se hicieron
varios intentos para llegar a un acuerdo con
los acreedores. La realidad, sin embargo, es que
aunque se pagaba algo, el monto crecía paulatinamente.
Por años se mantuvo pendiente el pago
de esa deuda. En una negociación en 1856 se
entregaron, a los acreedores, territorios en el norte
de Esmeraldas y en el Oriente, además de lo que
se recaudaba de los impuestos a la aduana.
La deuda de la Independencia fue el principio de
la deuda externa, que ha durado toda nuestra historia.
Ha sido un instrumento del capitalismo internacional
para presionar a nuestros gobiernos y exigirles
pagos que nos han empobrecido aún más.
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